domingo, 21 de noviembre de 2010

Maipú 747



El lugar: el asiento trasero del taxi en el que venían viajando.

La época: aquellos días de hace casi veinte años cuando estaban enamoradísimos, fascinados por su propio amor clandestino, hamacándose entre el llanto y la risa que les provocaba tanta intensidad. Prófugos.

La conversación: el lugar donde ir a vivir.

Ella ya estaba decidida y había dado los pasos en esa dirección: había despedido a su pareja "legal" y ya imaginaba el nuevo lugar junto a él.

Él, en cambio, venía demorando el asunto. En un flash, como sufriendo un instante revelador de realidad, dejó a sus labios decir: "Yo voy a morir en Maipú 747, me parece".

"Gracias por la parte que me toca", dijo ella apartándose. El desencanto le quebró la boca. Los labios hacia atrás. Un gesto típico de ella pero magnificado hasta la fealdad por lo que acababa de escuchar.

Maipú 747 era la casa de él. Su hogar verdadero. Inconscientemente dijo: "Yo voy a morir en Maipú 747, me parece".

Pasaron casi veinte años. Él sigue en Maipú 747. Está con su familia pero a punto de mudarse. Faltan pocos días para pasar a un lugar mejor, más grande, moderno, bien decorado.

Ella vive cerca, con nueva familia. En éstos veinte años lo vió solamente dos o tres veces. Cruces apresurados, casuales, callejeros.

Él no se siente bien. Sabe que tiene algo que lo puede matar hoy, mañana o dentro de veinte años.

Él le tiene miedo a su propia profesía: "Yo voy a morir en Maipú 747, me parece". Faltan doce días para la mudanza. El departamento es un despelote lleno de cajas y valijas. A él le duele el pecho y le cuesta respirar cuando sale caminando hacia el trabajo.

Hiriéndose a sí mismo él se pregunta constantemente: ¿Alcanzaré a mudarme?