sábado, 29 de diciembre de 2007

Ajo y Agua

El 28 de diciembre es el último día del año para hacer trámites bancarios y similares. Prevenido como soy, hice todos los trámites lo antes posible para no tener que sufrir los aprietes típicos de la hora de cierre. Pero me quedó uno traspapelado. Boludo, como siempre, tengo que salir a atravesar el microcentro rosarino en pleno mediodía de diciembre. Me recago en mí carajo.

Para sumar incomodidades hay paro de Municipales. Luego, no hay inspectores que multen, ni guardia urbana, ni zorros grises. Ningún control. Entonces, la mayoría de los animalitos rosarinos se comportan como si estuviesen en la selva. Me cago en tus derechos, parece ser la consigna. Millones de vendedores callejeros cubren todas las veredas y peatonales ofreciendo unos recortes de cuero que lucen peor que la pija de un cerdo disecada. Ellos los llaman "artesanías". Se sientan en la vereda con sus patas mugrientas y sus ojos rojos de vino y porro y te miran pensando cuán pelotudo sos que tenés que caminar con papeles bajo el brazo a pleno sol, puteando porque no se puede avanzar.

Y no se puede avanzar porque millones de viejas sudorosas siguen comprando pelotudeces a cuatro manos. Caminan rodeadas de bolsas que les cuelgan de las manos transpiradas. Bolsas con todas esas marcas de shopping y promociones que me tienen las pelotas más infladas que un Zeppelin.

A la altura de Mitre (yo camino por Córdoba) la vieja puta que viene detrás de mí pela el celular y se pone a hablar. Grita de una manera que vuelve innecesario al celular. Su interlocutor la debe escuchar igual aunque esté a veinte cuadras. Grita y me salpica la oreja con su saliva ácida, vieja de mierda y la reputa que te parió conchuda, qué mierda comiste que te sale ese aliento me recontra cago en vos. Parece una nube de ajo la concha de tu hermana.
Trato de acelerar y despegarme pero es imposible. Hay tanta gente y putos artesanos que apenas se avanza. Si abro un surco hacia la izquierda la vieja aprovecha y sigue detrás de mí. Viene chupada a mi culo como un Fórmula Uno.

Para colmo, aparte de los artesanos, también coparon las baldosas los vendedores de mersadas como vinilos pintados con aerosol con la cara del Che, de Bob Marley, de Maradona, de Sabina. Cualquier mierda venden. Ropa deportiva trucha, gorritos con el logo de Nike, de Adidas... de ¡Armani! Venden camisetas de Ñuls, de Central, de Boca y de River. Hasta ahí lo acepto. Pero también ofrecen camisetas de los Giants de New York y de los Red Sox! Qué puto rosarino se puede comprar una camiseta trucha de los Red Sox me cago en la Arquidiócesis Rosarina!

Cuando cruzo Corrientes la peatonal se ensancha. Entonces, con más espacio, hago un amague hacia la izquierda y salgo violentamente hacia la derecha. Ni Messi lo puede hacer. La vieja del celular se come el amague y queda varada contra un kiosco de libros. Porque los rosarinos se la dan de cultos y tienen una editorial propia de libros rosarinos que no deben leer ni las hermanas de los autores. Pero el kiosco me sirvió para despegarme de la vieja del celular con aliento a ajo y caminar un poco más tranquilo los siguientes ochenta metros.

Al llegar a Paraguay me frena el semáforo para peatones. Cruzar esa esquina es más difícil que robarle los huevos a un águila. Entonces ocurre lo imaginado: la vieja me alcanza y sigue hablando a los gritos. Se está despidiendo. Hace dos cuadras que se está despidiendo la conchuda olorosa de mierda! Hay mujeres que tardan más en despedirse que en acabar. ¡Qué complicadas que son la reputa madre!

Me quedan dos opciones: o me suicido bajo el torrente de autos que circulan por Paraguay o me doy vuelta y le cago una trompada en los dientes a la vieja olorosa. Como siempre, no me animo a hacer ninguna de las dos cosas. Lo único que obtengo, en consecuencia, es un aumento de presión arterial y un chorro de acidez estomacal por sentirme más pelotudo, más mínimo y más basura que nunca.

Cuando el semáforo nos deja pasar la vieja se va para otro lado. Ya no habla detrás de mí. A esta altura me importa un carajo.

2 comentarios:

La Dueña dijo...

Llore de la risa y casi mando a la mierda la notebook por hacerlo.
Me lo imagino todo pegoteado de calor, apretujado con la dichosa sra atras. La descripción de la fauna que puebla las calles rosarinas son geniales!
Saludos...desde lejos por las dudas

Anónimo dijo...

El ajo es bueno para las vias respiratorias, ademas de sabroso. No se queje!
Yo que ud., intentaria con la editorial rosarina. Le aseguro que sera leido por muchos mas que sus familiares cercanos. Su relato es estupendo! Los que no vivmos en rosario pero si en buenos aires (ok, 2 semanas al anho), una vez que el tren bala este en funcionamiento, va a estar super bueno. Podremos ir y venir en un blink of an eye.
Se nota en su relato cierta envidia debida quizas a la veda alcoholica impuesta por el (rota?)virus. Tal vez sea atribuible a su ganga de Nieto Senetiner (no me va el tempranillo, pero Merlot y Syrah (degustado en Mendoza) es IMPERDIBLE!) Increible que no se encuentre por estos pagos!!! Los que tengo (siempre una botella a mano) los traemos cada vez que vamos o mis familiares vienen....en detrimento de equipaje! jaja.
Cuidese en la cena de fin da anho!
Salu2!