martes, 19 de mayo de 2009

Keith Richards


El día que mataron a Lennon yo estaba estudiando para rendir una materia que se llamaba Mecánica. Una verga insoportable. La facu en la época milica era un suplicio continuo y permanente. Existía algo que se llamaba "Mesa Castigo". ¿Pueden creerlo? ¿Pueden creer el nombre oficial que le daban al hecho de no poder presentarse en dos mesas consecutivas si rendías mal en la primera?

Bien, ahí estaba yo entre ángulos de Euler y coordenadas espaciales quemándome la pestañas frente a los apuntes. De golpe, sin aviso, me vino el llanto. Un mar de lágrimas y mocos inundó mi madrugada de estudio cuando la noticia alcanzó mi límite consciente: "Mataron a Lennon". El mundo no podía ser más puto. Encima, faltaban cuatro horas para ir a rendir esa mierda de materia.
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Hace un rato, mientras saboreaba un cabernet con pollo al ajo, me pregunté ¿Cómo reaccionaré si me entero de la muerte de Keith Richards?

No es algo poco probable. Richards camina por el borde desde hace 30 años. Sé que me tocará de cerca. Tendré que soportar la andanada de comentarios ignorantes de comentaristas de radio y TV que no entienden un pomo de nada. Tendré que soportar infinidad de pelotudeces para terminar llorando en soledad. O riéndome. No sé. Después de todo, Richards es una invitación a la irreverencia, a la falta de respeto, a cagarse en el mundo... y, al mismo tiempo, una propuesta de vida, un boleto de entrada a la víscera del sentir, un dedo indicando: "Pibe, tu vida es tu vida. Andá por donde quieras".

Fuck You. Váyanse a la mierda ¿Quieren?