sábado, 14 de marzo de 2009

Alta Gama

Detesto la hora esa en que debo salir en auto y el sol pega de frente sobre el parabrisas y te quema hasta el nervio óptico. Detesto el calor que, al mismo tiempo, se levanta del pavimento, de los autos, de los colectivos, de los sobacos de esas mujeres transpiradas en ojotas que no se arreglan los pies ni las uñas ni el pelo. Detesto tener que transitar a las cinco de la tarde por las calles de Rosario y padecer lo dicho más arriba sumado a los cortes de calle por motivos desconocidos, los ciclistas y delivery boys que cruzan en rojo, la música de mierda que pasan en casi todas las radios, los comentarios ciclotímicos de pseudoperiodistas con más micrófonos que neuronas, la humedad y la baja presión del clima rosarino que me hacen pensar que estoy en Manaos padeciendo fiebre amarilla.

Detesto la incomodidad de vivir incómodo en esta ciudad gringa que se está llenando de edificios torre de Alta Gama pero cuyo centro está copado por hordas de seres con olor a chivo, gritones, ignorantes, hijos de la incultura que nació en los noventa y nos dejó así: cagados de calor, hechos hilacha, dando lástima en los semáforos cuando dejamos moneditas a malabaristas de seis años que deberían estar en la escuela y están ahí, descalzos, mugrientos, balbuceantes, con mocos negros y uñas violetas metiendo las manos por el hueco de la ventanilla para pedirte un poco más. Ya no piden monedas. Ahora dicen: ¿No tiene dos pesos Don? Más de medio dolar piden. No se puede creer. Y el Indec no lo registra.

Esta parrafada incoherente iba a ser para Detestables pero, por respeto al caballero Bugman y su fino humor, preferí escribirla acá, en este depósito de basura, con 32 grados a las doce de la noche. Total ¿quién carajo la va a leer?
Me cago an la mierda me cago.